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martes, diciembre 3, 2024
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30 años de la Desaparición Física de Álvaro Figueredo

Palabras pronunciadas por el Presidente de la comisión de Cultura de Pan de Azúcar, Alfredo Moyano, el 19 de Enero de 1996, frente al monolito a la memoria del Poeta Álvaro Figueredo, ubicado en la Plaza 19 de Abril en oportunidad de conmemorarse los 30 años de su desaparición física.

Compañeros de la Comisión de Cultura de Pan de Azúcar, vecinos, amigos:

Se conmemoran hoy 30 años,-no de la muerte de un poeta porque un poeta vive eternamente en su obra-, si se cumplen hoy 30 años de la desaparición física de nuestro entrañable Álvaro Figueredo, uno de los poetas más importantes de la denominada generación del centenario al decir de Arturo Sergio Visca, quizás, y sin quizás el más profundo conocedor de la obra figuerediana.

Decir Álvaro Figueredo es decir alta poesía.

Y por eso mismo que mejor que estos mismos paisajes que fueron parte de su inspiración, junto al amor de Amalia, estas esquinas, esta misma plaza que tantas veces transitó, estos verdes y estos azules, marco para este homenaje, y, además parte de esa obra literaria intensa en su rigor, y, por ende en su calidad, que, por capricho de algún crítico de la llamada generación del 45 no tiene, hasta el momento, reconocimiento nacional e internacional como debería tenerlo.

Y eso a pesar del esfuerzo y del tesón de su viuda,-en su momento-, acompañada por ex alumnos, admiradores y vecinos que encararon con amor y pasión que esa tarea.

Figueredo es un poeta fulgurante que utilizó los símbolos y la metáfora como instrumentos de producir una poesía llegadora al hueso.

Pero también transitó por el romance de forma sencillamente genial como forma más directa de embellecer el paso cotidiano de los hombres por estos caminos.

«Desvío de la estrella» publicado en 1936 y «Mundo a la Vez» en 1956 son obras fundamentales de la poesía moderna.

Precisamente, para conocer las claves de esa poesía, el mismo Figueredo nos dice:

«Aspiro a que el poema, más que como un producto, logre consumarse, paradójicamente, como un producirse. A que la materia artística no encubra totalmente la materia primera, la piedra original«.

Y, más claro y contundente, señala nuestro poeta:

«Adopto una poesía adicta, al mismo tiempo, al orden y al delirio«.

No caben dudas de la correspondencia astral entre Álvaro Figueredo y el peruano incomparable César Vallejo.

Pero Figueredo no necesitó influencias en el devenir del tiempo.

Su camino estaba ya trazado.

Figueredo vivió obsedido por el acto creador, que es lo sustantivo y no por el afán publicitario, que es lo accesorio, nos ha señalado, certeramente el crítico y esto quiere decir que el escritor ejerció plenamente su oficio de poeta, tal como definió Celmar Riccetto, ese minuano universal que tituló uno de sus poemarios de esa manera rica en su contenido esa pasión en darse la escritura.

Álvaro Figueredo legó entonces una obra estupenda que en su mayoría está inédita, fundamentalmente sus ensayos, porque, a pesar del esfuerzo precisamente de aquel grupo al que nos referíamos, nucleados en la «Comisión Pro edición de Obras de Álvaro» que presidió el Dr. Haroldo Pí creada en 1972, logró publicar una mínima parte de ella, entre otros títulos «Poesía», «ABC del Gallito Verde», «Cuentos».

Pero lo demás -un espléndido legado de su escritura- está en custodia y aspiramos a que poco a poco se vaya publicando.

Siempre lo hemos dicho

La hora de un poeta permanece viva en la voz de su pueblo, este mismo pueblo que fue su inspiración y su refugio.

Por eso recordamos siempre a Álvaro Figueredo con sus versos a flor de labios, en nuestra piel, en nuestro corazón.

Esa es su presencia inmutable aquí, en este, su «pago chico» que nunca abandonó, a pesar de que eso, precisamente le costó no congraciarse con el mundo de los críticos montevideanos… ese mundo que le ignoró y le sigue ignorando.

Figueredo amó entrañablemente a «su Pan de Azúcar» y Pan de Azúcar vela el sueño eterno del poeta.

Convencidos estamos de que, seguramente con polvo de estrellas en las manos,-junto a su amada eterna Amalia-, sigue inventando arco iris y globos de colores en un universo de belleza infinita.

Hace hoy 30 años, el 19 enero 1966, la antorcha astral quedaba a la vera del camino. Todos nosotros recogimos esa antorcha y aquí está, para trasladarla a los jóvenes, como forma de que la belleza, la fraternidad y la poesía, vivan eternamente.

La poesía es una forma cotidiana de amor a la humanidad.

Por eso, qué mejor que anden en este mismo aire transitado por nuestro poeta, sus inmortales versos como la mejor forma de sentirlo con nosotros para siempre.

El poeta es un ser profético, hemos dicho.

En 1948, Figueredo escribió:

«Era un miércoles amargo
y al pie del mar verdadero
un ancho toro de espuma
con las pezuñas de fuego
iba quebrando el crepúsculo
donde yo me estaba viendo»

Y el crepúsculo se quebró, definitivamente para Álvaro Figueredo, un «miércoles amargo» 18 años después.

Alfredo Moyano
Fuente: Revista Letras Nº 6 1996-1997

 

Alvaro Figueredo

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