Conocí a la poeta y extraordinaria persona Mary Lagresa gracias a Alfredo Moyano, y todo fue por la poesía y los libros. En ese entonces, yo estaba trabajando en Piriápolis y deseaba conocerla. Me dirigí a su casa en la calle Ayacucho, donde me recibió con la simpatía y el cariño que siempre tenía para quienes compartíamos el amor por escribir poesía.
Mary ya tenía una trayectoria notable y conocía a otros poetas y a personas del mundo cultural de la época. Su charla era un torrente de nombres y recuerdos. Tuvo el honor de ser alumna de Álvaro Figueredo y de Ricardo L. Figueredo. Me contaba que en un rincón del comedor, Álvaro siempre se sentaba y le pedía que le leyera lo que había escrito.
Mary poseía una gran belleza de alma, y su mirada parecía contagiar un mundo sobrenatural, un mundo creado por su mente y su talento. En momentos, Mary parecía salida de un cuento de ángeles y seres perfectos. Fue nuestra amiga por muchos años, y escribió maravillosamente, dejando una gran cantidad de material inédito. Brenda Bon rescató y editó parte de su poesía para niños, pero aún queda mucho por conocer de su obra.
En la Biblioteca del Municipio de Pan de Azúcar se encuentran cuadernos, poemas y cartas de Mary, y en lo personal guardo su correspondencia conmigo. Fue y sigue siendo una ilustre poeta de nuestra comarca. La biblioteca de Piriápolis lleva su nombre, en homenaje a su legado.
Mi recuerdo para Mary y para sus hijas, nobles personas.
Roberto Villalba Llamosa
Texto original curado y reescrito por Mónica G. Bueno Imagen descriptiva creada por BloggerPrise.